Érase una vez...
Erase una vez, un hombre cuyo aspecto no tiene importancia. Lo importante era su forma de ser, no era bueno, pues tampoco era malo, no era valiente, ni tampoco cobarde. Era una persona que no tenía ninguna cualidad a resaltar.En términos vulgares, se podría decir que era una persona del monton, pero el con todo el derecho del mundo se sentía especial, único.Pero dentro de el siempre rondaba la misma pregunta¿Soy del monton?Creía que o obtenia una respuesta a su pregunta o no podria vivir. Así que un dia, maquina de escribir en mano, empezó a escribir sus sentimientos. No en forma de diario ni ninguna cursilada por el estilo, sino en forma de novela literaria. Su gran deseo, era que algun dia, alguien leyera su novela y comprendiera lo que sentia, sus inseguridades, sus miedos. Asi que cogio la maquina de escribir y empezó a relatar una historia llamada.Erase una vez...
Capitulo 1. Formar parte de algo
Al ver este titulo os pueden venir a la cabeza muchas cosas, formar parte de un equipo de korftball, formar parte de un grupo de jugadores de D&D. Pues no, lo que deseaba nuestro protagonista no era eso, el quería formar parte de algo más grande, un movimiento que sobrepasara los parametros de lo físico, un sentimiento, una emoción. Pero no un sentimiento político, sea lo que sea de lo que quería formar parte aun no sabia que era. Crecio y crecio, y nunca encontro eso de lo que quería formar parte, hasta que a los 23 años le llego una carta del rey en la que ponía:
Don.Trancos Diaz de la Fuente.
El rey le reclama a el servicio del país, pues todos nuestros soldados han perecido o se encuentran en el campo de batalla. Por lo tanto se exige su presencia en palacio mañana o será ahorcado en la plaza mayor a las seis del mismo dia.
(Firmado por el rey)
Trancos, sabía que si no se presentaba mañana en palacio se le acusaría de amotinamiento y lo ejecutarian a las seis de la tarde en la plaza mayor.
Al día siguiente se presentó en palacio, lo hicieron dirigir-se a la sala de reuniones, dentro había mucha gente. Pero Trancos se fijó en un campesino, era un campesino de barba inmensa con un cierto parecido a un enano. Solo entrar en la sala, Trancos se dirigió a una silla de la amplia y alargada mesa de roble que había en el centro de aquella inmensa sala y se sentó. Pasados diez minuto, el rey entró por la misma puerta que había entrado Trancos. El rey se sentó en la cabecera de la mesa, el único lugar libre i nos dijo:
-Amigos, si nuestro pueblo sigue en pie, no es gracias a vuestros impuestos. Es gracias a los 10.000 hombres que están a 1.000 kilómetros de sus hogares rompiéndose las espaldas y hasta muriendose para que sus hijos, vuestros hijos y vosotros tengais un reino prospero en el que vivir y el cual os alimenta.-El rey hizo una cara de repugnancia hacia nosotros i continuo-Y ahora os toca a vosotros ir al frente y salvar a todos nuestros compatriotas.
Y antes de que el rey pudiera acabar la frase, el granjero en el que Trancos se había fijado antes dijo:
-¡Serán sus compatriotas!-Dijo el granjero con un tono de enfado y descontento- Es sabido que usted, nuestro rey,-Y el granjero hecho un gapo al suelo- gasta todo nuestro dinero en apuestas y en carreras en las cuales hay animales sufriendo, y lo que se gasta en amañarlas.-Y acto seguido miró al rey por encima del hombro como si fuera su subordinado.
El rey no lo miro pero dijo:
-No tolero tales faltas de respeto, soy tu rey y me deves un respeto. Lamentas lo que has dicho granjero.
-¡No señor !-Grito el granjero con total seguridad.
-¡No toleraré más este comportamiento, vale!
Y acto seguido el rey cogió su daga de oro y se la hundio en la garganta hasta llegar al esofago, dejo caer al grangero y este hizo unos gemidos de dolor y luego se murió.Hubo largo silencio que finalmente se rompió con las palabras del rey:
-Si soy honrados, venid mañana al puerto a esta hora para cumplir con vuestro deber. Si sois escoria desagradecida no vengáis mañana y os dejaremos morir en paz en la plaza mayor delante de un millar de personas.
Y todos respondimos:
-Si mi rey.
Trancos se fue a casa pero no pudo conciliar el sueño, pues le perturbaba tener que luchar por un país del cual no se sentia parte.
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